1887

OECD Multilingual Summaries

Investing in Climate, Investing in Growth

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Invertir en el clima, invertir en el crecimiento

Resumen en español

Lograr una trayectoria de crecimiento resiliente, incluyente y sostenible es una de las prioridades absolutas de las políticas públicas de nuestro tiempo. Los gobiernos de todo el mundo enfrentan tres imperativos: revitalizar el crecimiento, mejorar al mismo tiempo el sustento de las personas y combatir de manera apremiante el cambio climático, conforme a los objetivos del Acuerdo de París. Este informe sostiene que fomentar el crecimiento económico, mejorar la productividad y reducir las desigualdades no debe ser a costa de confinar al mundo a un futuro de altas emisiones. Lo que importa es la calidad del crecimiento.

Con las políticas adecuadas e incentivos en vigor —en particular una sólida reforma fiscal y estructural combinada con una política climática coherente— los gobiernos pueden generar un crecimiento que reduzca considerablemente los riesgos del cambio climático, al tiempo que también proporcionan beneficios económicos, laborales y de salud a corto plazo. Ese paquete de políticas públicas compatibles con el clima puede aumentar el PIB a largo plazo hasta en 2.8% en promedio en todo los países del G20 para el año 2050, con respecto a la continuación de las políticas actuales. Si también se toman en cuenta las repercusiones positivas de evitar el cambio climático, el efecto neto sobre el PIB en 2050 aumenta a casi el 5% en las economías desarrolladas y emergentes del G20.

Invertir en infraestructura moderna, inteligente y no contaminante en la próxima década es decisivo para un crecimiento económico sostenible, sobre todo porque la inversión en infraestructura ha sido crónicamente insuficiente desde antes de la crisis financiera. El informe calcula que se requiere una inversión anual en infraestructura de USD 6.3 billones en promedio entre 2016 y 2030 para satisfacer las necesidades de desarrollo mundial. Un monto adicional de USD 0.6 billones al año durante el mismo periodo hará que esas inversiones sean compatibles con el clima, un incremento relativamente menor considerando los beneficios a corto y largo plazo en materia de crecimiento, productividad y bienestar. Es probable que con el tiempo se compense el costo de esa inversión adicional con el ahorro de combustibles como resultado de las tecnologías e infraestructura de bajas emisiones.

Además, las actuales condiciones fiscales ofrecen la oportunidad de actuar en este momento. Las tasas bajas de interés han aumentado el margen fiscal en muchos países, y donde hay menos margen fiscal, existen oportunidades de optimizar la combinación entre impuestos y gasto, para que el crecimiento económico más vigoroso coincida con un desarrollo incluyente, bajo en emisiones y resiliente. Al orientar en un mismo sentido las políticas climáticas, fiscales y de inversión se maximizará aún más el efecto del gasto público para potenciar la inversión privada.

El financiamiento serán un factor decisivo: el capital debe movilizarse tanto de fuentes públicas como privadas, respaldarse con diversos instrumentos financieros ajustados para obras de infraestructura de bajo nivel de emisiones y resistentes al clima. Es necesario preparar a las instituciones financieras púbicas para la transición, mientras el sistema financiero en sí debe tomar mayores medidas para evaluar e incorporar correctamente los riesgos relacionados con el clima. Aquí también desempeñan un papel igual de decisivo los bancos de fomento y las instituciones financieras —multilaterales, bilaterales y nacionales— al utilizar no solo sus balances para ampliar los recursos disponibles, sino también al crear servicios financieros ecológicos en los países asociados, incluso mediante políticas y apoyo para el fortalecimiento de las capacidades.

Es indispensable acertar con políticas climáticas fundamentales para hacer coincidir los incentivos. Es necesario acelerar la reforma de los subsidios ineficientes para combustibles fósiles y ampliar la base de fijación de precios del carbono, centrándose en seguir la trayectoria de los efectos y en intercambiar experiencias en materia de políticas públicas. Utilizar en mayor medida la contratación pública para invertir en infraestructura que produzca pocas emisiones puede detonar la innovación del modelo de negocios e industrial mediante la creación de mercados punteros.

Al mismo tiempo, debemos reconocer que crecimiento sostenible también significa crecimiento incluyente. Las políticas de inversión y climáticas coherentes, la fijación eficaz de políticas fiscales y estructurales y las reformas deben trabajar de manera conjunta para facilitar la transición de las empresas y hogares expuestos, sobre todo en las regiones y comunidades vulnerables. Es indispensable la planeación temprana para la transición si las sociedades han de evitar los activos varados en industrias con un consumo intenso de combustibles fósiles y que las comunidades respectivas queden igualmente rezagadas.

Al ampliar el panorama de la producción y uso de la energía, los adelantos en agricultura, silvicultura y otros sectores del uso de la tierra permitirán incrementar proporcionalmente el ritmo de la transformación necesaria en otras partes de la economía. Es necesario proteger las actuales existencias de carbono en los bosques tropicales y otros ecosistemas, y aumentar su capacidad para que actúen como sumideros de carbono cuando sea posible. La investigación y el desarrollo deben reforzarse en forma considerable, y debe continuarse con una rápida demostración y difusión de avances tecnológicos que reduzcan y eliminen la emisión de gases de efecto invernadero producidos por la energía, la industria y el transporte; además de mejorar las cosechas agrícolas y la resiliencia de los cultivos. Por otra parte, la viabilidad de utilizar “emisiones negativas” a escala sigue siendo una gran incertidumbre, aunque es una característica importante de la mayoría de los escenarios compatibles con los objetivos del Acuerdo de París.

Por último, la cooperación internacional sigue siendo fundamental para gestionar los riesgos climáticos. Las contribuciones actuales de los países a la reducción de emisiones después del 2020 son incompatibles con el objetivo de temperatura del Acuerdo de París, y necesitan aumentar en forma proporcional y con rapidez. El apoyo para actuar en los países en desarrollo será importante, no solo para mitigar los efectos sino también para aumentar la resiliencia y capacidad de adaptación de los países que enfrentan los mayores problemas climáticos. Los efectos climáticos aumentarán, incluso si logramos el objetivo de temperatura de París. Necesitamos tomar decisiones de manera flexible y prospectiva para aumentar la resiliencia ante estos riesgos. Será fundamental gestionar las interdependencias entre los objetivos climáticos, de seguridad alimentaria y biodiversidad para lograr las Metas de Desarrollo Sostenible y un crecimiento sólido a largo plazo.

© OECD

Este resumen no es una traducción oficial de la OCDE.

Se autoriza la reproducción de este resumen siempre y cuando se mencionen el título de la publicación original y los derechos de la OCDE.

Los resúmenes multilingües son traducciones de extractos de publicaciones de la OCDE editados originalmente en inglés y en francés.

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© OECD (2017), Investing in Climate, Investing in Growth, OECD Publishing.
doi: 10.1787/9789264273528-en

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